En el año 2014 Simon Sinek publicó el libro “Los Líderes Comen al Final” (título original: Leaders Eat Last), que en mi opinión es una obra maestra. Pienso que todas las personas que aspiran a ser verdaderos líderes de su comunidad, deberían de leerlo.
El mismo año presentó las ideas de su libro en un evento del extinto blog de Adobe, 99u. Aquí puedes ver la presentación.
(con el pasó del tiempo 99u se transformó en el blog de Behance, la red social en la que puedes presentar y descubrir proyectos creativos.)
En esta presentación Sinek se enfocó en revelar las dinámicas ocultas que inspiran liderazgo y confianza.
En términos biológicos, los líderes son los primeros en elegir su comida (una aparente contradicción con el título del libro la cual se resuelve cuando terminas de leerlo) y otros privilegios, pero esto tiene un precio.
Cuando hay peligro, el grupo espera que el líder disminuya todas las amenazas, incluso a costa de su propio bienestar.
Comprender esta expectativa profundamente arraigada en los miembros de un grupo es la diferencia clave entre alguien que es sólo una “autoridad” frente a un verdadero “líder”.
En este libro y esta plática descubrí los cimientos de una vida ordenada y llegué a la siguiente conclusión:
“Si quieres cambiar alguna área de tu vida, lo primero que tienes que hacer es comenzar a controlar tu vida. Y una excelente forma de controlar tu vida es encontrando el balance de la química interna de tu cuerpo y tu cerebro.”
A continuación vas a leer una combinación de la presentación y la parte 2 del libro “Los Líderes Comen al Final”.
Introducción
Una forma simple de influir el comportamiento de las personas es ofreciéndoles algún tipo de incentivo positivo o negativo. Este es un sistema muy simple. Y nuestros cuerpos funcionan exactamente de la misma manera.
En la antigüedad nuestros cuerpos, en un esfuerzo por hacernos repetir comportamientos que eran de nuestro beneficio, idearon la forma de motivarnos a ir de caza y recolectar alimentos regularmente. De lo contrario solo lo hubiéramos hecho cuando nos estábamos muriendo de hambre.
Dentro de nuestros cuerpos tenemos sustancias químicas que intentan motivarnos a hacer cosas que mejorarán nuestra calidad de vida.
Las emociones y sentimientos que experimentamos de felicidad, orgullo, dicha, amor, placer, satisfacción, por poner algunos ejemplos, son producidos químicamente.
Y son producidos principalmente por estos cuatro químicos neurotransmisores: endorfinas, dopamina, serotonina y oxitocina.
Las endorfinas y la dopamina nos motivan a cazar, recolectar y cumplir objetivos. Nos hacen sentir bien cuando encontramos algo que estábamos buscando, fabricamos algo que necesitamos o alcanzamos nuestros objetivos. Son las sustancias químicas del progreso.
A las endorfinas y dopamina también les vamos a llamar los químicos egoístas porque realmente no necesitamos a nadie para conseguirlos.
Endorfinas – Un Shot de Euforia
El único propósito de las endorfinas es tapar el dolor físico y nada más. Piensa que ellas son nuestro analgésico personal. Cuando sentimos estrés o miedo nuestros cuerpos las liberan frecuentemente para distraer ese dolor físico por medio de placer.
Muchas personas cuando se ejercitan de forma intensa o justo después de haber entrenado experimentan una sensación de euforia. Ellas se sienten bien por la cantidad de endorfinas que corren por sus venas. Esta experiencia se le conoce como la euforia del corredor (runner’s high).
Esta sensación de euforia es uno de los motivos que impulsa a corredores y otros atletas de resistencia a llevar sus cuerpos a nuevos límites. No es simplemente porque tienen la suficiente disciplina para hacerlo, lo hacen porque en realidad los hace sentirse muy bien.
Muchos aman y a veces anhelan el sentimiento de euforia que les puede proporcionar un intenso entrenamiento físico. Sin embargo, el motivo biológico de las endorfinas no tiene nada que ver con el ejercicio. Está relacionado con la supervivencia.
El uso de este químico durante la era cavernícola era mucho más práctico. Gracias a las endorfinas, los humanos tenemos una notable capacidad para la resistencia física.
Si ignoramos a los corredores de maratones que hay por ahí, la mayoría de las personas no se ven corriendo regularmente durante muchos kilómetros.
Pero durante las cacerías en la era paleolítica, fue precisamente la capacidad de correr mucho lo que les dio a nuestros ancestros una gran ventaja competitiva. Podían seguirles la pista a los animales que estaban cazando durante grandes distancias, y posteriormente tener la resistencia necesaria para regresar a casa con comida para todos.
Si los leales cazadores se rendían en algún momento, simplemente porque estaban agotados. Ellos y los miembros de su tribu no hubieran comido con mucha frecuencia y muchos de ellos hubieran muerto por esto.
Así que la Madre Naturaleza diseñó un incentivo inteligente para animarlos a seguir adelante; una pequeña dosis de euforia y alivio causados con endorfinas.
En la actualidad, gracias a los coches y los supermercados, vivimos en un mundo con recursos muy accesibles y abundantes. Nuestros cuerpos ya no recompensan la búsqueda de alimentos, al menos no con endorfinas.
Hoy en día el ejercicio o el trabajo manual nos proporcionan nuestra dosis de endorfinas.
Las personas que hacen ejercicio regularmente, en ocasiones sienten el anhelo de salir a correr o ir al gimnasio para que esto les ayuda a relajarse, sobre todo después de un estresante día en el trabajo.
Reír también es una forma de liberar endorfinas. Cuando nos reímos nuestros órganos internos se convulsionan y para ocultar el daño que nos estamos causando, nuestros cuerpos las segregan.
Puede que hayas tenido la experiencia de reírte tanto que querías parar porque te empezaba a doler. Lo cierto es que el dolor empezó antes, pero gracias a las endorfinas no lo sentiste en el momento sino hasta más tarde, lo mismo pasa con el ejercicio.
Nos gusta reír y ejercitarnos porque nos hace sentir bien. Durante momentos de estrés y tensión un poco de humor, ejercicio y buena vibra pueden hacer maravillas.